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LA CRUZ.

PERIÓDICO

ESCLUSIVAMENTE RELIGIOSO,

Tomo II.

ESTABLECIDO EX PROFESO PARA DIFUNDIR

LAS DOCTRINAS ORTODOXAS, Y VINDICARLAS DE LOS ERRORES DOMINANTES.

MÉXICO, Marzo 20 de 1856.

Núm. 1.

RECUERDOS Y CEREMONIAS DE LA CUARESMA.

LA SEMANA SANTA.

HEMOS llegado, con el favor divino, á la Semana mayor, llamada así, porque en ella celebra la Iglesia los misterios de la redencion, los mayores de que el hombre es deudor á la bondad del cielo. Dos semanas llevan propiamente este título, en la larga duracion de los siglos: la primera fué aquella en que Dios con su infinito poder, y con la eficacia de su voluntad sacó todas las cosas de la nada, por su Verbo y para su Verbo; y la segunda esta otra, en que ese mismo Verbo, hecho carne, y sujeto á nuestros dolores, se sacrificó en la Cruz, como víctima inocente, por la salud de los hombres. La primera semana está marcada con las maravillas de la creacion, y publican continuamente su memoria, los astros del cielo; la segunda permanece señalada con la sangre del Cordero, por cuyo medio se aumenta cada dia el número de los bienaventurados en las moradas eternas. Aquella manifestó á Dios lleno de poder y de magnificencia: ésta lo muestra constantemente lleno de bondad y amor. Llámase tambien esta semana, Sema

LA CRUZ.-TOMO. II.

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na Santa, á causa de los sagrados misterios que en ella se celebran, y de las augustas ceremonias que se practican, en cada uno de los dias que la componen.

En otro tiempo, se suspendian en ella toda clase de negocios, para que los fieles se pudiesen entregar con mas empeño, libres de las distracciones del siglo, á la oracion y al recogimiento; y las leyes civiles confirmaban y sancionaban estas disposiciones. De ahí viene todavía la costumbre de que los tribunales den punto á sus tareas, desde los últimos dias de la semana anterior. Sensible es que muchos de los fieles no correspondan con su conducta y con su ejemplo á tan piadosa práctica, y que estos dias se conviertan para ellos, en dias de disipacion. Bien es que este mal se compensa, con las oraciones fervorosas, y con las meditaciones profundas, que tantas almas verdaderamente cristianas, tienen en el retiro de sus casas, ó en el recinto de nuestros templos.

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Al entrar á ellos, deberiamos entrar con aquellas disposiciones que mostró Moisés, cuando lleno de un santo temor, se acercó en el Monte Oreb á la zarza que ardia, sin consumirse. "Iré, dijo, y veré esta gran maravilla." La misma voz, descendida de lo alto, que á él le habló entonces, es la que ahora repite á cada uno de nosotros: "No te acerques, sin quitarte antes el calzado de tus piés; porque la tierra que pisas es santa. Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob.... He visto la tribulacion de mi pueblo en Egip"to, he oido sus clamores.... y conociendo cuánto padece he bajado "á librarle de las manos de los egipcios, y hacerle pasar de aquella “tierra, á una tierra buena y espaciosa, á una tierra que mana leche y "miel." Sí, el pueblo verdaderamente creyente, oprimido por los enemigos de la sólida piedad, y por los perseguidores de la verdadera Iglesia, pasará de este Egipto, tierra de monstruos y de tinieblas, á la patria de toda abundancia, y de perpetua luz y felicidad. Mas es necesario, acercarse al Dios fuerte y libertador, con el rostro cubierto como Moisés, para no mirar cara á cara su terrible majestad; sino contemplar y venerar sus prodigios tras del velo de la humanidad, en que él mismo ocultó su naturaleza divina, para hacerse accesible á sus miserables criaturas.

pa

¡Ah! en estos dias, quedaron cumplidos tantos y tan solemnes vaticinios, como por espacio de cuatro mil años resonaron en toda la tierra, anunciando la redencion de los hombres, y la salud de Israel: se vieron realizadas tantas figuras, que revelaron este gran suceso, á los triarcas de la ley natural, y á los profetas de la ley escrita: se satisfacieron tantas esperanzas, se enjugaron tantas lágrimas, y se premiaron tantos suspiros, con que fatigaron al cielo los escogidos, en la dilatada serie de tantos siglos. El cielo, reconciliado con la tierra, abrió sus puertas, cerradas antes con candados de diamante: las espadas de fuego que cerraban la entrada del paraiso de la vida, se retiraron para siempre, dejando franco el paso, á todos aquellos, que, signados con la sangre de la víctima de propiciacion, quieran penetrar á sus mas íntimos secretos: el abismo y el sepulcro restituyeron sus víctimas: la gracia triunfó de la culpa; y las potencias infernales, caidas de los tro

nos que les habia levantado la supersticion y la idolatría, quedaron en cadenadas, sin valor y sin poder para engañar á los hombres, con el disfraz de divinidades.

Recorramos ligeramente las ceremonias que la Iglesia pone en prác tica en estos dias, y ellas serán bastantes para descubrir su espíritu, no menos que las disposiciones que nos exige, para concurrir á ellas con fruto.

El domingo de Ramos está destinado á honrar la entrada triunfante del Salvador en Jerusalem. Antes de la misa bendice el sacerdote solemnemente las palmas, ó bien ramos de olivo y otros árboles preciosos, y sale la procesion. Al regresar ésta á la puerta de la iglesia, la encuentra cerrada, para significar que las puertas del cielo estaban cerradas para los hombres, antes de que el Redentor las abriese. El coro interior, figura de los espíritus bienaventurados, que estaban en el cielo, canta: ¡Gloria, alabanza y honor á tí, oh Cristo, Rey y Redentor del mundo! El coro esterior, que representa á los hombres, desterrados de la patria celestial, repiten el mismo cántico. Entonces el celebrante, que es imágen de Jesucristo, toca la puerta con la Cruz, y ésta se abre, para manifestar que solo por la Cruz se consigue entrar á la gloria.

El himno que comienza: Gloria, alabanza, &c., de que acabamos de hacer mencion, fué compuesto por Theodulfo, obispo de Orleas, cuando se hallaba preso, acusado de conspiracion. Luis el Pio se lo oyó cantar, pasando un dia frente á la prision, y quedó tan complacido, que mandó al momento poner en libertad al cautivo, y restituirlo á su silla, y á todos sus honores.

En los oficios de este dia se reune la memoria de la entrada triunfante de Jesus en Jerusalem y la de su pasion y muerte: significando aquella su naturaleza divina, cuando todo el pueblo lo aclama y reconoce por el Mesías prometido, y por el enviado del Señor; y ésta su naturaleza humana, sujeta á la muerte y al dolor, por la salud de los hombres. La historia de la pasion, tomada en este dia del Evangelio de San Mateo, se canta, sin órgano, á tres voces: una que es la del cronista ó evangelista, que hace la relacion del suceso: otra que repite las palabras de Jesus: y la tercera que espresa los consejos de la sinagoga, el tumulto del pueblo, y las voces ó discursos de las personas que tuvieron parte en la pasion. Esta última suele dividirse con el coro, para dar mas animacion á la historia que se refiere. El mismo órden se guarda en los demas dias, en que se recitan las narraciones de los otros tres evangelistas.

En la misa del lunes santo, se refiere el suceso de María, que aconteció seis dias antes de la Pasion. Comia el Señor con Lázaro, á quien habia resucitado, y ésta mujer llena de fé y de amor, tomó una libra de bálsamo precioso, confeccionado con espigas de nardo, y ungiendo con él los piés de Jesus, los limpió con sus cabellos. La casa, dice el Evangelista, se llenó de olor. Bien sabida es la murmuracion de Júdas, y la respuesta del Señor. Júdas pensó, como todos los que se oponen á la magnificencia del culto divino: solo se acuerdan que hay pobres

que socorrer, cuando ven las erogaciones que se hacen en los templos, y en las ceremonias sagradas.

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En la misa del martes se lee la profecía de Jeremías, que pinta tan al vivo la Pasion. "Yo fuí," dice en ella el Salvador, muchos siglos antes que existiera "fuí como manso Cordero, que llevan al sacrificio, y como si ignorase la conspiracion que tramaban contra mí dicien"do: echémos veneno en su pan, esterminémoslo de la tierra de los "vivos, y no quede memoria de su nombre." En este dia se canta la Pasion segun San Marcos, que es el segundo de los evangelistas.

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El miércoles, se canta la del Evangelio de San Lúcas. En la epístola, tomada de Isaías, se representa á Jesus, vencedor de sus enemigos, por medio de su pasion. "¿Quién es éste, dice el Profeta, que viene "de Edom y de Bosra, manchados en sangre sus vestidos? ¿Quién es "éste que brilla lleno de hermosura, por la estola que lo adorna, y que "camina poderoso y omnipotente?-Yo soy (responde el Mesías) yo soy el que anuncia la justicia, y el que ha venido aquí para com"batir y para salvar á los hombres.-¿Por qué está roja tu vestidura, y teñida tu túnica, como la de aquellos que pisan en lagar?-Yo solo pisé en mi lagar, sin que ningun estraño me asistiese: pisé á mis ene"migos con furor, y los hollé con ira: su sangre salpicó mis vestidos, y por eso se manchó mi ropa. Llegó ya el dia de mi venganza, y el tiempo de redimir á los mios." Estas palabras abrazan una doble profecía. Anuncian, en primer lugar, el triunfo inmediato de Jesus, sobre las potencias infernales y sobre la idolatría; y vaticinan para el fin del mundo un triunfo mas grande y mas completo, sobre los adversarios de su religion y los enemigos de su Iglesia. Sí, en el último dia de los tiempos será cuando el Supremo Juez "conculcará á los pueblos (como prosigue el Profeta) con furor, y derribando su poder, los embriagará "con su indignacion." La Iglesia hace contrastar, por medio de esta leccion, los padecimientos presentes de Jesus, con la gloria y los triunfos que serán el fruto y consecuencia de ellos.

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En este dia comienza el oficio de las tinieblas. Dáseles este nombre por que al fin de él, se estinguen todas las luces, para espresar el duelo de la Iglesia, y representar las tinieblas que cubrieron la tierra en la muerte del Salvador. Esta costumbre, que tiene actualmente tan propia aplicacion, tuvo orígen en la antigüedad por practicarse los oficios, de media noche hasta la madrugada. A medida que se acercaba el dia se iban apagando las luces, que ya no eran necesarias. Estas antorchas son de cerą amarilla, que es la que la Iglesia usa propiamente en las ceremonias de duelo solemne, puestas sobre un candelero de forma triangular, á que se da el nombre de tenebrario, y se van apagando sucesivamente, una de cada lado, al terminar cada salmo. La de en medio es por lo comun de cera blanca, y representa á Jesucristo, que quedó solo en su pasion, habiéndole abandonado sus apóstoles y discípulos: por esto no se apaga, sino que se coloca debajo del altar, mientras se canta al fin del oficio el salmo Miserere, significando en esto su sepultura y resurreccion gloriosa.

Todo este oficio respira dolor y profunda tristeza. No hay en él invitatorio, himnos, ni Gloria Patri. Unas veces se oyen las voces pro

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