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Todos caminan de esperanzas llenos
de hallar en Circe prospera ventura,
que no hay para sentir males agenos
fé firme, limpio amor, lealtad segura:
Circe aumentando luces y venenos,
y juntando al engaño la hermosura,
sale a la puerta, y con fingidos lazos
le recibe en los ojos y en los brazos.
Con blanca nieve, cuyo efecto es fuego,
tierna le cine la robusta mano,

por ver si facil de la vista el Griego le entrega el pecho, que conquista en vano: discreto Ulysses con mayor sossiego defiende el alma del primer tirano. ¡Hay de quien necio por la mano bebe veneno ardiente en aspides de nieve! Assi le lleva por las altas salas de oro vestidas y pinturas bellas, aumentando los ambares y galas lascivo resplandor en sus estrellas: tiernos Cupidos las purpureas alas en torno mueven, y derriban dellas las flechas encendidas sin efeto: que era la hierba defensor secreto, Y para que moviesse, como suele, lo imaginado mas que la hermosura, quiere que el sueño honesto le desvele de los famosos quadros la pintura: mira la madre del amor que impele corriendo el ayre, y de la sangre pura las hojas de la rosa agradecidas, curando a los jazmines las heridas. Tom. III.

D

Ado

Adonis rio ya, que al mar Phenicio de las faldas del Líbano desciende, diestramente pintado, al exercicio

del campo, no a la Diosa, libre atiende: con blando rostro, con piadoso oficio, que persiga las fieras le defiende, tan bella, que la rosa con los zelos ser lirio quiso, y lo pidió a los cielos. En otra parte el baño de Diana

el

desnudas le mostró Nymphas tan bellas, que el Indiano marfil, la Tyria grana no presumieron competir con ellas: vestido blanda pluma, riza y cana, que lo está de sol, luna y estrellas, engañaba de Leda la hermosura, pero con mas efecto la pintura. Valiente quadro, abriendose los cielos, la lluvia de oro esplendida enseñaba, que a pesar de cuidados y desvelos entró donde jamás de amor la aljaba : enfrente Egina los nevados hielos al mentiroso fuego calentaba:

todo lo mira el Griego, mas de un modo la severa virtud lo vence todo... Descansan en estrado, que pudiera ser el sitial del sol, y los soldados con menos gravedad hacen esfera a los rayos que miran eclipsados: no templa a todos rigida y severa la virtud de Caton, que estan templados en las leyes comunes. Y estos tales convierte Circe en fieras y animales.

Sen

Sentado estaba el Griego, y le tenia
Circe la mano diestra; mas la hermosa
presencia que miraba, suspendia
la fuerza de la vara venenosa:
el encanto a los ojos remitia
arsénico mortal, flecha amorosa.
Indecisa se vió la esphynge, o Lamia:
que hechizos, si hay belleza, son infamia.
Pero viendo que el hijo de Laërtes

no la miraba tierno, con la vara,
que dió tan fiera causa a tantas muertes,
vencerle quiso, y al tocarle pára.

El Griego entonces con las manos fuertes
el golpe venenifero repara,

y sacando la espada, ardiente rayo, cubrió sus ojos de mortal desmayo. Pero animada del temor covarde,

(que hay animo tambien que es covardia) le ruega que la escuche y que la aguarde, y el azero con lagrimas desvia: de sus ruegos al fin vencido tarde, como en la hierba mercurial confia, paró el rigor: que nunca fue sangriento el hombre de sutil entendimiento. Circe promete al cielo, y interpone

la autoridad de su Milesio hermano,
no hacerle agravio, y en la estatua pone
de Jupiter Olympico la mano..
Con esto mereció que la perdone,
y que la mire con semblante humano:
y luego amor en dulces amistades
con los brazos juntó las voluntades.

Sucede en esto con aplauso y fiesta la artificiosa luz a la del dia,

porque

la noche timida intempesta con la sombra del monte el mar cubria. La mesa y cena esplendida se apresta, y entre tanto a la forma, en que vivia, vuelvé todo soldado, y las crueles armas desnudan con las duras pieles. Qual suele el que salió de algun cuidado, en que su loco error le tuvo asido, contento, libre, alegre y admirado, cobrar nueva razon, nuevo sentido: desnudo de animal todo soldado está con los amigos divertido:

, ya

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los vasos

passos

danse estrechos abrazos, y en la mesa la memoria del mal tragica cessa. Ya Baccho enciende a Venus en los aparadores altos suenan, ya los siervos, los platos, y los de las salas los concavos atruenan: refieren los alegres tristes casos; unos dicen amores, y otros cenan; quales mirando estan tantos thesoros, quales oyen cantar distintos coros. Ya mira Circe a Ulysses sin recato, quien tierno mira, blandamente ruega: ya no responde el Capitan ingrato,

.

que mas concede quien de presto niega:
y puesto fin al opulento plato,
con altas voces a la usanza Griega
hymnos al alto Jupiter ensalzan,
agua previenen, y las mesas alzan.

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En rico estrado sin guardar se sientan
lo que se deve a las honestas damas:
ellas mirando la hermosura aumentan,

y

ellos de amor las encendidas llamas: con privacion los Griegos se contentan, y como suelen por las verdes ramas las tortolas gemir arrullos tiernos, llaman breve esperar siglos eternos. La noche estaba sin temor de Apolo, y en el collar del Can resplandecia la estrella mas vecina a nuestro polo, que ayrada entonces abrasaba el dia: quando el astuto en las desdichas solo, vencido del amor y la porfia

de Circe, que no hay cosa que no venza, assi su historia tragica comienza . Despues de haver Agamemnon vengado la infame afrenta del tirano fiero,

no sé qual Dios con nuestra gente ayrado vibró de su rigor el fuerte azero. Yo mas, que quantos fueron, desdichado, a la conquista, aunque al honor primero, tales tormentas padecí, que admiro como en articulada voz respiro. Contarte por extenso mis historias seria loco error, Circe divina, y revolver ahora las memorias y tragedias de un alma peregrina: que como alegran las passadas glorias, a que el gusto mortal facil se inclina, le mueven a dolor penas presentes, que se han de referir, estando ausentes.

En

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