Abbildungen der Seite
PDF
EPUB

Aqui todo placer prorumpe en llanto,'
y como van contentos y seguros
de los trabajos que sufrieron tanto,
por los passados lloran los futuros.
Cerca una Isla con horrible espanto
helado el mar, entre peñascos duros,
de los fieros Cimmerios habitada,
digna de tales hombres tal morada.
Siempre cubierta de tiniebla escura,
en negro horror caliginoso yace,
donde ni fuente cristalina y pura,
ni flor de buen olor produce y nace:
ni philomena canta en su espessura,
ni brama toro, ni cordero pace:
húyela el sol, y apenas amanece,
quando se cubre el rostro, y anochece.
A la diestra del Ponto está sentada,
no lejos de su Bosphoro, en la nieve,
de quien eternamente coronada
frias el sol exhalaciones bebe.
Aqui llegó la nave descansada,
que con soplo veloz zephyro mueve,
y de cipresses lugubres cubierto
halló entre peñas por la costa el puerto.
Saltan en tierra Ulysses el prudente,
y el belicoso Palamedes, quando
desde las puertas del rosado Oriente
estaba el sol a Daphne contemplando.
Ulysses a la magica obediente,
con la espada beligera cavando
la madré universal, al sacrificio
previene el agua y el piadoso oficio.

He

Hecho a las sombras de los Manes frios,
al rededor oyó tristes clamores,
que daban en los concavos vacios,
viendose de la luz habitadores.
Luego buscó los infernales rios,
en cuya margen vió sierpes por flores,
por arboles tambien espinos secos,
y le dieron terror los tristes ecos.
Aqui donde lloró cantando Orpheo,
a quien las lyras tragicas imitan,
y templaron su pena en su deseo
las almas que en eterna noche habitan:
privado ya del resplandor Phebeo,
sin que lugar las sombras le permitan,
llegó el astuto Ulysses por un monte,
que se mira, sin verse, en Acheronte.
Dessotra parte en una parda peña,
que de cardeno moho le servia,
el tostado y nervioso cuerpo enseña
fiero Charonte, que a dormir yacia:
de sucio lienzo tunica pequeña
parte adornaba, y parte descubria,
la cana barba casi azul pendiente,
con mil arrugas por la negra frente.
Culebra parda, quando al sol se enrosca,
parece el fiero monstro, que al ruido
de humana planta timida se embosca,
assi era el cuerpo infame, assi el vestido:
y assi tambien por la corteza tosca
a circulos estaba dividido,

mostrando tal fiereza el pardo vulto,
como suele cadaver insepulto.

Intrepido le llama, y él desata

la horrible barca, a una cadena asida de un seco tronco, y a los palos ata dos viejos remos de haya carcomida. No dividen cristal, ni azotan plata, que la turbia corriente removida en negras ondas encrespó las aguas, que tiempla el hierro a las ardientes fraguas. Apenas en la margen contrapuesta

aborda y mira los valientes Griegos,
quando les dice (y la partida apresta,
brotando llamas de los ojos ciegos)
¿Qué presuncion? qué libertad es esta?
¿donde las amenazas, ni los ruegos
tienen lugar? Volved, volved humanos
a la luz de los cielos soberanos.
Detente, le responde el eloquente

Duque de Grecia, o gran Charonte, y mira,
que la hija del sol resplandeciente,
Circe, cuya hermosura y ciencia admira,
no con sobervia y animo impaciente,
como el esposo entró de Deyanira,
nos envia a saber futuros casos

del gran Tiresias con humildes passos.
Acosta el barco sin temor, que llevas
a Ulysses y al valiente Palamedes,
no al

[ocr errors]

gran Theseo, al Hercules de Thebas, de quien ahora rezelarte puedes. Ya tengo, dixo, de vosotros nuevas. Pues ¿por qué, replicó, no me concedes el passo libre al Tartaro profundo, si por desdichas peregrino el mundo?

Ten

[ocr errors]

Tengo, replíca, en la memoria vivo
el durò estrago del Thebano fiero,
rompió este muro eterno, y vengativo
ató las tres gargantas del Cerbero:
quiso robar a Proserpina altivo,

[ocr errors]

y

volverla otra vez al hemispherio, que baña el sol, huyendo sus injurias las Euménides, Górgonas y Furias. Valióse el Griego alli de su eloquencia, y tanto pudo, que acostó la barca, y despues de prolixa resistencia, donde almas embarcó, cuerpos embarca. El péso siente el barco, y la licencia que no les dió la inexorable Parca, parte el viejo feroz, haciendo extremos: mueve en los escalamos los remos. Salta en la tierra Ulysses, llega al muro de rigido diamante, y al Cerbero dió sueño con el rombo de un conjuro, que Circe sábia le enseñó primero: por negras sendas sobre hierro duro fiero llegó al palacio del horrible y amante de la bella Proserpina,

y con humilde paz la frente inclina. Era todo el palacio de un escuro

diamante, que no claro, fabricado
dentro de un fuerte inexpugnable muro,
de jaspe y negro pórphydo labrado:
en un rojo sitial de bronce duro
estaba el Rey flamigero sentado,
con el horrido cetro que gobierna
sin tiempo y luz la confusion eterna.

Cer

Cercaronle los Manes infernales,

por ver un cuerpo, y admirarle mudos.
donde jamás tocaron pies mortales,
sino solos espiritus desnudos:
y vinieron las sombras desleales,
que en vida fueron animales rudos,
a ver por novedad un casto ausente,

que nuestra humana condicion desmiente. Entre ellos mira el Griego a Clytemnestra, y assi le dice en lagrimas bañado: ¿Qué fortuna tan misera y siniestra, o Reyna, te ha trahido a tal estado? que si el castigo los delitos muestra, graves deben de ser, pues no has passado al campo Elysio, en que descanso tiene quien a los Reynos de la noche viene. Ausente Agamemnon, responde, ¡hai triste! la sombra en sangre y en dolor bañada, con quien a Troya por Elena fuiste mi hermana, mas dichosa y mas culpada: la ausencia que muger tan mal resiste, me dió ocasion de amar, de Egystho amada: volvió mi esposo de la guerra, y luego la privacion de amor aumenta el fuego. Matamosle los dos con esperanza de gozarnos mejor; pero creciendo mi hijo Orestes, que de Electra alcanza la vida, que yo andaba persiguiendo: executó desuerte la venganza

de Agamemnon su padre, que volviendo
ya con adulta edad, nos dió la muerte.
Dixo, y de sombra en ayre se convierte.
Tom. III.

Ν

Ulys

« ZurückWeiter »