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Eran los ojos esmeraldas vivas,

qual no las vio jamas el Gange Indiano, con dos almas de fuego tan lascivas, que eran la esfera del deleyte humano. No suelen al Aurora primitivas mostrar apenas el dorado grano las hijas de los pies de Venus bella, como resplandeció purpura en ella. Sucediendo al marfil tan viva ardia, que compitiendo en su celeste velo, el carmin de la boca desafia, como si fuera de diverso cielo : era lo que la risa descubria

el nacar que en clavel condensa el yelo, si se atreve la frigida mañana

tal vez con perlas a bordar su grana. Bruñida al torno la coluna hermosa este edificio candido y rosado sustentaba con pompa generosa de tan: divinos miembros ilustrado: que siendo de aquel alma cautelosa, y de tan falso espiritu habitado el principio y origen de la vida, perdió tener la estimacion debida. O quantas hermosuras han perdido del imperio mortal la gloria y palma, o por tener el corazon fingido, o por: manifestar barbara el alma! Blandura celestial, perdon te pido, si alguna vez, que me tuviste en calma, pensé qué no era el alma que tenias phenix de las humanas gerarquias.

Eu

Eurylocho mirando finalmente

la bella Circe, al suelo derribado,
le dice: O Reyna, o sol resplandeciente
deste palacio esferico dorado:

el Griego Ulysses, Capitan valiente, reliquia del heroyco y desdichado exercito, por quien yace en la arena Troya con Paris robador de Elena: Llega a tu monte en una nave solo, despues de mil naufragios y desvelos, con que ha visto del uno al otro polo tantos diversos mares, tantos cielos: assi los rayos de tu padre Apolo adoren Delphos, y respeten Delos, que de su error, que de su mal te duelas, que ni armas tiene ya, jarcias, ni velas. Ampara un Rey que en Ithaca y Zaquinto tuvo tan alto Imperio, porque vuelva al mar de Grecia deste mar distinto, antes que el fiero Boreas le revuelva: dejó por el undoso laberinto de Griegas naves una blanca selva: duelete de sus hijos y su esposa años ausente, poca edad, y hermosa. Aun él no sabe que su ilustre casa ocupan hoy villanos pretendientes, cuya libre aficion su hacienda abrasa, que a todo estan sujetos los ausentes: ignora como dueño lo que passa, y sabe los agenos accidentes:

que esta es la causa, porque muchos vienen
a hablar en faltas
que ellos mismos tienen.

No

No

porque no es Penélope tan casta como la fama de sus obras muestra; mas la porfia que los montes gasta, mejor podrá la resistencia nuestra: que para exemplo de rezelos basta traidor Egistho, ingrata Clytemnestra: que ni la nieve al sol está segura, ni en ausencia del dueño la hermosura. Diez veces nuestra Argolica milicia sobre Troya miró flechando a Croto, y otras tantas el toro de Phenicia pacer estrellas al celeste soto. Finalmente venció nuestra justicia, el alto muro de Dardania roto, cayendo como tiene de costumbre toda gloria mortal, que vió su cumbre. Cobramos, Reyna, la robada Elena, no porque ya cubriesse el rojo labio candidas perlas, o por ser tan buena, que nos moviesse a deshacer su agrabio: que nunca la muger, que ha sido agena, venera el amador, ni estima el sabio: que aun en los brazos el agravio suele hacer que el fuego del amor se yele. Venganza fue, que quando el fin alcanza, no hay hombre que contento la possea, que es condicion de la mortal venganza, que no sin daño de los dueños sea, tanto, que se ha perdido la esperanza de que ninguno de nosotros vea su casa, esposa y hijos, convertidos en pezes por las aguas sumergidos.

Cas

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Castigo fue tambien en parte alguna
de haver entrado los Troyanos muros
con invencion tan alta, que la luna
temió su sombra en sus cristales puros.
Estaban del rigor de su fortuna
los engañados Dardanos seguros,
que aun el honor para el ageno daño
no quiere la venganza en el engaño.
Fingió partirse nuestra Griega armada,
y en unas Islas se quedó escondida,
aumentando la selva, que enramada
juntó la verdadera a la fingida:
con los olmos vecinos abrazada
de suerte se miraba entretexida,
que las naves le dieron troncos rudos,
y ella vistió sus arboles desnudos.
Con esto los Troyanos presumiendo
que las ondas maritimas rompia,
andaban por la playa discurriendo,
que aun despojos inutiles tenia.
Quantos miras aqui de aquel tremendo
caballo para el parto de aquel dia,
ocupamos el vientre, en que estuvimos,
y a ser fuego de Troya a luz salimos.
Mal defendida la ciudad, su gente
(como salió del sueño la defensa)
mas llora, que pelea, y tristemente
hallar piedad entre los Dioses piensa:
de Achiles Pyrrho imitacion valiente,
perpetra entre sus aras tal ofensa,
que solo basta a despertar la ira
del sol que su ciudad cenizas mira.

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La venerable barba revolviendo

el fiero mozo a la siniestra mano,

sin respetar su edad, con golpe horrendo
la cabeza cortó del Rey Troyano,
sobre la sangre misera cayendo

del triste hijo, que defiende en vano: la que estaba del padre desunida, quiso ayudar a quien le dió la vida. Estas crueldades y otras, que tuvieron entonces la disculpa en la venganza, por ventura despues la causa fueron del castigo que a todos nos alcanza. Al mar, al viento, y a la luna dieron los cielos la firmeza en la mudanza: y en nuestro error mudó naturaleza, sin admitir mudanza, su firmeza. Fundó por nuestro mal con Phebo ardiente Neptuno, Rey del mar, los muros Phrygios, por esto navegando su tridente

las ondas vuelve ya lagos Estygios. Escucha tú de Ulysses eloquente las iras, los portentos, los prodigios, dando licencia que te adore y vea, y sacro asylo tu presencia sea. El te dirá como los dos Atridas en la Isla de Ténedos surgieron, y como las esquadras divididas distintos rumbos por la mar siguieron: porque todas las cosas sucedidas los maritimos Dioses, que las vieron, las contaron a Palas, y ella a Ulysses, y aun del Troyano sucessor de Anchises. Tom. III.

C

ΕΙ

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