Abbildungen der Seite
PDF
EPUB

tros se hubieran evitado entre el poder temporal y el Gefe de la Religion. Prescindimos al presente de otros motivos que causasen el contrarresto que se hizo en España al Monitorio citado, y que impidieron el regium execuatur: no nos pararemos tampoco en examinar la legalidad en el modo, ni la justicia que en la sustancia intervino para que la santa Sede diese ó no debiese haber dado aquel paso: nuestra doctrina al presente es general, y queremos que abrace á todos los casos, salvo el que deba ser esceptuado. Aun en los sucesos mas remarcables de la historia de las excomuniones, y en aquellos que pusieron en alarma á todo el mundo, se acabó por conocer su saludable influjo, y dígase en buen hora que este fue debido á la opinion religiosa de la época. Como la Religion siempre es la misma, y su ley fundamental inalterable, no diremos nosotros que la época, sino que la conciencia y religiosidad de los pueblos, que el temor santo de Dios, altamente impreso en el alma de los fieles, no trastornada con ideas filosóficas de materialismo, temió y respetó lo que todos debiéramos en todo tiempo y época temer y respetar.

Mas de una vez el mundo político y religioso se vió convertido en una Babilonia de desórdenes, mezcladas las cosas divinas con las humanas, y hechas aquellas un vergonzoso objeto de lucro y avaricia, debido al despótico imperio de mandarines corrompidos; la espada del anatema lo arregló todo; una sola palabra, la del Pontífice romano, cortó de una vez el nudo que no pudieran desatar ni las exortaciones, ni las ame nazas, ni la opinion general, ni el clamor de los pueblos, ni los gritos de la conciencia, pues que á todo cerraba oidos la avaricia; hasta la fuerza de las armas hubiera sido, y lo fue en efecto, menos poderosa que la excomunion. Si el santo Pontífice Gregorio VII se hu

biera acobardado por las razones que alegan los jurisconsultos españoles, y que de cierto no las ignoró, la simonia y el sacrílego despojo de las investiduras estarian al presente sojuzgando á la Iglesia; el santo celo y valor invencible de aquel supremo Pastor supo oponer el remedio análogo á la gravedad del mal: curó la herida con el cauterio, y presentó á la dureza del hierro que la causára, otra igual y mas invencible. Los Príncipes no oian á la Iglesia, sino á las pasiones; el Pontífice puso remedio, sin oir mas que á la Iglesia, y no á los clamores de la desesperada maldad de los Príncipes. Aun hoy mismo estamos todavia gozando de los saludables efectos que produjo la valentia y celo infatigable de aquel santo Pontífice despues de 800 años. Sus mas encarnizados enemigos, esto es, los viles aduladores del poder temporal, no llegarian á sucumbir en el dia al vergonzoso estremo de que un aristocrata cualquiera se apoderase de las dignidades eclesiásticas, y las sacase á la pública subasta de su codicia; dicen que hizo una grande revolucion en la Europa, y que deslindó el poder del siglo y sus límites del lindero en que entra rayando la Iglesia, á la que dió todo el honor que la es debido.

Mas pasemos ya de esta cuestion á los efectos que produce la excomunion, principalmente cuando se impone á eclesiásticos. Ya hemos dicho en general que priva de la participacion de todos los bienes espirituales, y que separa del gremio y sociedad de la Iglesia al desgraciado reo que la sufre. Los eclesiásticos, pues, en quienes recae el anatema, ningun oficio ni ministerio pueden ejercer, so pena de nulidad en los que exigen jurisdiccion, sacrilegio y pecado en los de la potestad de orden, y hasta de recibir sacramentos como legos les está prohibido, porque priva esa pena de la participacion activa y pasiva de ellos. Nulos

son,

sí señor, é inválidos todos los actos de jurisdiccion ejercidos por los excomulgados, aunque lo esten con excomunion dictada ilegalmente, dicen algunos, y no sin razon, porque si por atropello la autoridad temporal deporta ó lanza de su seno á un ciudadano sin forma de juicio, él sufre los efectos de la pena irremediablemente; pues asi los sufriria en su caso el excomulgado, si lo fuese por la autoridad competente, aunque sin preceder los trámites legales; y de portarse como no excomulgado acreditaria su inobediencia, bastante para ser reputado por criminal. Estamos muy lejos de creer que las autoridades eclesiásticas se dejen jamás llevar del despotismo, ni que procedan á estos estremos sin justas causas y fundados motivos que en justicia hagan proceder su sentencia.

Ahora hien, no es casualidad, ni tampoco impertinente en el dia este artículo; no lo es por cierto. Se dan casos al presente en la Iglesia de España que hacen para nosotros un deber en recordar la materia, y á ciertos sugetos el mirarse á sí mismos despacio y con la madura reflexion propia de su saber. Consulten con éste, y oigan á su propia conciencia. No den al mundo católico el triste ejemplo de vilipendiar á la Iglesia y hacer ineficaces los medios de que se vale en justicia para la guarda de sus leyes. Téngase presente en todo caso, que si por ser espirituales las penas canónicas al presente se pueden burlar de ellas, llegará un dia en el que no huy an la mano del Dios omnipotente ni vivos ni muertos; verdad que tanto hizo temer al anciano Eleazaro.

Sobre el escándalo que causarian, aun es mas de mirar la perdicion de las almas. Inculpables los pueblos en los desaciertos que por espíritu de partido ó perversidad de ideas cometen sus gefes, ello es cierto que sufren las tristes consecuencias. La opinion reli

giosa de la época actual no desmerece en nada á la que en mejores siglos se tuvo acerca del influjo y efectos de esta pena. La opinion religiosa es tan pura como siempre entre la mayoria sensata é instruida, y tambien es inalterable el sentir de la multitud del pueblo docil. Sola una pequeña parte de semi-sábios, hombres de mala fe y perversa conducta ha querido atolondrarnos con invenciones de cosas nuevas, para adormecerse á sí mismos en el error, y persuadir á los demas que su creencia y doctrinas son las mas conformes con la Religion. Si nos descubriesen claramente su pecho, se avergonzarian de que oyésemos los tremendos latidos les dá, y que á los que en vano intentan acallar. Son víctima de su empeño en seguir la singularidad que todos detestan; mas han hecho punto de honor en no aparecer inconsiguientes. Ellos viven inquietos, pierden á otros, y todos mueren llenos de horror y de ignominia.

Concluyamos, pues, que la Iglesia de Jesucristo tiene, y no puede existir de otro modo, una fuerza coactiva para atar y desatar, é imponer penas que compelan á la observancia de sus leyes: que siendo todos súbditos suyos, sobre todos puede ejercer su autoridad cuando no la oigan ni la obedezcan; y en fin, que aquel á quien ligase con el anatema, no participa de los bienes espirituales, ni puede ejercer ninguna especie de ministerio ni autoridad. Seamos todos sumisos fielmente á las leyes de esta santa Madre, y ahorréinonos la perdicion eterna, y los sinsabores que la preceden en la vida estando en guerra con Dios y con su Esposa. Si Ecclesiam non audierit, sit tibi sicut ethnicus et publicanus.

ESTRAÑO MODO

de procurar el socorro de los necesitados.

Con sumo placer he visto y leido el cuaderno primero de la época tercera que Vds., señores Redactores de La Voz de la Religion, acaban de publicar. Es indecible el consuelo que por la meditacion de lo que contiene me ha venido; pero este consuelo, aunque en sí es sólido por la claridad, verdad y firmeza con que Vds. atacan la indiferencia religiosa, ha desaparecido de mí, porque al paso que Vds. trabajan con teson por sostener y persuadir la doctrina mas pura, la ciega filosofia, la impiedad mas solapada se esfuerza para hacernos indiferentes en la Religion, muertos en la fe, y hereges en las obras. Por esto, para dilatar lo mas que sea posible mi angustiado corazon, y para exonerarme de la carga que pesa sobre mí si permanezco en silencio en medio de los estravios de mi pueblo, me dirijo á Vds. por segunda vez, á fin de que si lo juzgan útil para el mejor provecho de los fieles, se sirvan colocar este mi escrito en cualquiera de los apreciables cuadernos de La Voz de la Religion.

Increible parece á primera vista el trastorno tan general que se va introduciendo en la moral y costumbres de los españoles. Dificil era el presagiar que en una nacion tan eminentemente católica y predilecta de Maria llegase á tener tantos prosélitos la irreli

« ZurückWeiter »