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pagó solamente á dos, y por último se concluyó el término, y acaso nueve décimas partes fueron despedidos sin percibir su asignacion. Señores, ¡qué perjuicios! qué incomodidades! qué dispendios no se han seguido á los interesados de semejante medida! cuántos vinieron á la distancia de diez y seis y mas leguas para recibir un terrible chasco y un amargo desengaño! y los gastos de su permanencia en la Corte, de su venida y regreso á sus parroquias! Y no se crea, Señores, que el esponente hable resentido por haber participado de este engaño, no; es uno de los pocos que fueron pagados; mas no puede menos de esplicarse de esta manera, porque no encuentra otro medio de desahogar su corazon oprimido con el disgusto que le causó presenciar el lastimoso cuadro que presentaban tantos Eclesiásticos, dignos de otra consideracion por la alta dignidad sacerdotal á que pertenecen. Bien seguro estoy, Señores, que no habrá creencia religiosa que no se avergüence reputar Ministros de su Řeligion á unos hombres tan andrajosos, escualidos y miserables como los que alli se presentaron; y los gentiles mismos tendrian á menos decir, este es un Sacerdote de nuestra ley. Eclesiástico hubo, que lleno de afliccion, y derramando lágrimas bien amargas, manifestó al esponente darse por muy contento y satisfecho de que se le admitiese en el establecimiento de san Bernardino, asilo de la mendicidad en la Corte. Señores, ¿á dónde vamos á parar? O la Religion significa alguna cosa entre los causantes de tales vejaciones, ó no: si lo primero, ¿por qué, obedeciendo las órdenes del Gobierno, no se atiende al decoro y sostenimiento del culto y clero, haciendo efectivas sus asignaciones? y si lo segundo, ¿por qué no se desengaña á los Eclesiásticos, y ellos dirigirán su voz á los pies del Trono y á la representacion nacional, bien

seguros de ser atendidos? Porque no hay que decir que no hay fondos para cubrirles sus cuotas, no; los hay, ó á lo menos debe haberlos mas que suficientes, pues las partes del producto decimal destinadas para este efecto han debido ingresar en metálico en la tesorería de la Junta diocesana, mediante á que se vendieron hace tiempo los Pontificales de la espresada demarcacion. Sin embargo, á los mencionados Párrocos se les despidió, haciendo correr la voz de que no habia dinero; y despues de haber esperado seis ó mas dias en la Corte, con los gastos que son consiguientes é insoportables para la mayor parte, han vuelto á sus parroquias á conllorarse con sus feligreses, y hacer notorio el abandono en que se encuentran el culto y clero. Señores, ¿se han previsto y tenido en cuenta las funestas consecuencias de una medida tan inesperada? ¿se ha calculado la terrible impresion que hace en el pueblo ver desaparecer su culto, y perecer de miseria á sus Ministros, despues de haberle exigido el impuesto decimal? Creo que no; pues de haberlo hecho, no hubiéramos llegado á este estremo, ni se hubiera dado lugar á que muchos Párrocos, por no ser víctimas de la indigencia, hayan negociado, como lo han hecho, sus asignaciones con la pérdida que es consiguiente en semejantes contratos, y de que han reportado no pequeña ventaja los que les hicieron el anticipo. He dicho que los pueblos con tal medida verán desaparecer su culto, y perecer de miseria á sus Ministros, y esto me atrevo á asegurarlo sin temor de ser desmentido, aun cuando en efecto se entregue á las fábricas quinientos reales y á los Párrocos doscientos ducados. Porque á la verdad, ¿qué son quinientos reales para cubrir las atenciones de una Iglesia? nada, ciertamente nada; pues por insignificante que sea la dotacion de un Sacristan, ¿no ha de tener si

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quiera ochocientos ó mil reales? y los gastos de aceite para la lámpara, de cera, de ropa y su aseo, y otros infinitos que son indispensables, ¿con qué se han de suplir? Desengañémonos, Señores; seamos justos, verídicos é imparciales; señalar quinientos reales á una fábrica es lo mismo que decir, ciérrese el Templo, desaparezca el culto, y no haya altar ni sacrificio. La fábrica que menos necesita doscientos ducados para atender á lo mas indispensable y preciso del presupuesto de sus gastos. ¿Y qué diré de la mezquina é insignificante asignacion de doscientos ducados para un Párroco? ¿hay acaso portero de alguna oficina que tenga estipendio tan limitado? Creo que no; un jornalero, un mozo de mulas gana mucho mas que esto. Y no se crea, Señores, que al hacer esta indicacion me propongo hablar del decoro y decencia con que debe vivir un Ministro de la Religion, ni que me he olvidado tampoco de la triste situacion, escasez y penuria en que nos encontramos, no; prescindo de lo primero, y en lo segundo encuentro un motivo mas justo, una razon mas poderosa para el aumento de la dotacion de los Párrocos. Porque, Señores, es necesario persuadirnos, que la miseria de los pueblos toca ya al último estremo, y que la casa del Párroco es el asilo de todos los menesterosos: la viuda indigente, el huérfano desvalido, el pobre y achacoso anciano, los infelices todos esperan encontrar un pedazo de pan á la pan la puerta del Párroco, y este es el que mas de cerca palpa la general y estremada miseria. ¡Cuántas veces (y lo digo por propia esperiencia) en la visita de los enfermos, y en la asistencia de los moribundos encuentra un Párroco que perecen por inedia, falta de alimento, y por no tener con que costear un medicamento! y en semejante caso, Señores, es necesario, ó tener corazon de

tigre, y desnudarse de todos los sentimientos de humanidad, ó quitarse el alimento de la boca para socorrerlos. Y con doscientos ducados ¿á qué podrá estenderse un Párroco? Lo dejo á la consideracion de VV. SS., y les suplico se sirvan tomar las mas enérgicas y convenientes disposiciones:

a

I. Para que á las fábricas se las asigne, y haga efectiva una dotacion decorosa.

2.a Para que á los Párrocos se les complete el mínimum de trescientos ducados, segun está mandado por S. M., y cuanto antes se les distribuyan sus asignaciones respectivas, segun la clasificacion á que per

tenezcan.

3. Para que los comisionados, al hacer estos pagos, se situen en las cabezas de arciprestazgo, á donde podrán concurrir con facilidad los Párrocos sin dispendios ni vejaciones.

Esta gracia espera de VV. SS. el suplicante Q. B. Ss. Mm. Valdepiélagos 20 de enero de 1839.- Eugenio Almor Palafox.

NOTA. Esta representacion se nos ha dirigido para que en su vista, y la de lo que ella produce, digamos algo en la materia; mas ella sola es mas enérgica que cuanto pudiéramos espresar. Todo cuanto se está haciendo en España con el clero es una servil é indigna imitacion de lo que hizo la furia ateista en Francia; asi tambien se le burló y escarneció. No decimos mas! Sepa el público lo que se hace, y forme su opi

nion.

9:9:9:9:9:9:9:9:9:9:3:3:3:3:9:9:9:9:9:9:9:6:69:

DISCURSO FAMILIAR

que un celoso Eclesiástico dirijió á un joven estraviado en sus costumbres y opiniones religiosas.

Ya con

a con paciente caridad y amorosa compasion le habia manifestado varias veces de palaba ó viva voz las funestísimas consecuencias de las erróneas ideas y nocivas opiniones á que por fatal desventura le habia conducido la lectura de los libros mas venenosos é impios, sin que hasta ahora hubieran podido contener su procaz atrevimiento las suaves exortaciones. En medio de sus lamentables estravíos en lo religioso y moral, en medio de su aciaga divergencia, aun de los mas luminosos principios, á las justas amonestaciones de sus católicos padres contestaba con irreverente imperio y fastidiosa desfachatez, que él era libre en su entendimiento, y que en esto no estaba sujeto á la potestad de nadie, bien fuesen superiores ó padres. Lastimado de su infeliz suerte el caritativo Eclesiástico, no cesaba en declararle con las razones mas obvias, que la Religion verdadera no podia ser mas que una, siendo la unidad de la verdad su esencial constitutivo; y que la libertad que él se figuraba de opinar en materias de Religion, y de leer ó retener los escritos ó libros irreligiosos é impios era el hediondo manantial de fétida corrupcion, que lo habia puesto en tan desgraciado estado, conduciéndolo á un seguro precipicio. Sufria sin cansarse el celoso Eclesiástico sus

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